Afrontar la revolución antropológica del « género »   

El sujeto ideal del régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista convencido, sino el individuo para quien la distinción entre realidad y ficción, entre lo verdadero y lo falso, ya no existe (Hannah Arendt).

La «ideología de género», está produciendo una auténtica revolución antropológica, pues pone en cuestión la noción misma de ser, de lo que realmente significa ser humano, e implica que cuando se niega la naturaleza humana desaparece la dignidad humana que le es inherente. La ideología rechaza las categorías biológicas y científicas de masculino y femenino en favor de un individuo que construye un sexo, un «género» de su propia elección. Está en marcha la revolución más íntima, profunda y devastadora de la historia, que alcanza su apogeo gracias a la tecnología.

Los ideólogos del género sostienen que ambos sexos son idénticos –hacen abstracción de sus diferencias corporales externas– y que la feminidad y masculinidad son construcciones sociales, producto de la imposición de la cultura y la educación, que debe eliminarse para garantizar la igualdad en todos los planos de la vida, incluido el reproductivo y biológico. Cada uno debe poder construir su cuerpo y definir su orientación sexual con la ayuda de la técnica. La manipulación de la naturaleza que hoy se rechaza con respecto al medio ambiente, se convierte por el contrario en la manipulación fundamental del hombre en lo que se refiere a él mismo, a partir de ahora sólo existe el ser humano abstracto, que elige autónomamente cuál ha de ser su naturaleza, y el horizonte final es el transhumanismo.

Como «ideología», supone una visión global basada en una realidad falsa que se extiende con la ayuda del pensamiento totalitario de la «corrección política», y lleva a que los conceptos de hombre, mujer, padre, madre, pierdan su sentido antropológico y su fin. Su meta es llegar a una sociedad sin clases de sexo, por medio de la deconstrucción del lenguaje, la relación familiar, la reproducción, la sexualidad y la educación.

La subversión del orden natural, de la biología y del principio mismo de la realidad, es fruto de la ingeniería social que promueve el poder globalista para establecer un Nuevo Orden Mundial (NOM) en una perspectiva socialista, que incorpora las ideologías del marxismo reformulado. Es fruto del delirio de omnipotencia de unos pocos en detrimento de muchos, confundidos por palabras falsas. La alteración del universo lingüístico y conceptual está produciendo el cambio de paradigma hacia lo transhumano o post humano. Es decir, hacia lo antihumano. El aparente cambio gramatical del término «sexo» a «género», tiene como finalidad provocar un cambio cultural gradual, la llamada «deconstrucción» de la sociedad. Se trata de un proyecto global planificado que a través del lenguaje, que trasforma la realidad y es normativo, socava las resistencias morales de la persona sin que se aperciba de ello.

El origen de la actual acepción del término «género», se sitúa en los años Sesenta, que hasta entonces era meramente gramatical. Está históricamente ligado a los protocolos sanitarios de "reasignación de sexo" de John W. Money, médico neozelandés que a mediados de la década fundó una clínica de “identidad de género” en Baltimore (USA). Sostenía que el ser humano era psicosexualmente plástico al nacer y que la personalidad masculina o femenina no dependía de datos biológicos (el sexo): era una construcción social.

El movimiento feminista hizo suya la invención semántica y la teoría de Money e hizo del «género» su caballo de batalla para argumentar que las diferencias entre lo masculino y lo femenino no son naturales, sino sedimentadas artificialmente en el seno de una sociedad que, al estar dominada por el modelo familiar, se configura como patriarcal, jerárquica y sexista: donde el varón oprime a la mujer. Aplicando la marxista lucha de clases a los sexos, se identificó a la familia como el primer núcleo de esa lucha, y en consecuencia el movimiento asumió como objetivos, la destrucción de la familia, la liberación sexual, el control total sobre la reproducción, la abolición de la diferencia de sexos. Y en esta perspectiva, el homosexualismo, y ahora el transgénero, son un elemento clave para romper la idea de familia y redefinirla; y para garantizar los nacimientos se cuenta con la tecnología.

La teoría del género está siendo impulsada por todo tipo de organizaciones, pero es la ONU y sus organismos satélites, como la OMS, Unicef, Unesco.... los que actúan para imponer el programa a escala planetaria. Fue en 1995, cuando el movimiento feminista logró introducirla en los documentos oficiales de la ONU y promover así en todo el mundo –usando el prestigio y el poder intimidatorio de la institución –, la denominada «agenda de género», para implementar una forma nueva y artificial de concebir la sociedad, la política, la cultura, la educación.

Las leyes de género obligan y orientan el pensamiento social. En ellas, se cuestiona la familia por su carácter natural biparental y el matrimonio como institución formada por un hombre y una mujer. En su lugar, se propugna la validez de todas las orientaciones sexuales para la unión y la crianza de niños, y de todas las formas de reproducción. El Estado, al despreciar los valores que se apoyan sobre fundamentos antropológicos – pasando a ser una correa de transmisión de reivindicaciones de grupos de presión–, está perdiendo su fundamento.

La educación es objetivo primordial de la «ideología de género». Este pensamiento se pretende introducirlo de modo sistemático y metódico en el ámbito educativo. Así los Estándares de Educación Sexual para Europa promovidos por la OMS, que afecta a los niños desde la escuela infantil hasta el bachillerato, es el modo institucional de introducir la ideología de género en las escuelas e institutos más allá de la voluntad de los padres, mientras los expertos alertan de sus efectos negativos. Hoy en las sociedades occidentales, un número creciente de jóvenes piden medicamentos o cirugías que les permitan vivir en el llamado género de su elección.

Ante esta auténtica revolución antropológica que pretende redefinir la propia humanidad, es preciso oponerse y defender la autenticidad del ser humano. La Ciencia niega los postulados de la teoría del género, las investigaciones demuestran cómo la identidad sexual está escrita en cada célula del cuerpo y no puede ser modificada. La neurociencia, la endocrinología genética y la psicología del desarrollo, muestran que las diferencias entre los sexos, en sus aptitudes, formas de sentir, de trabajar, de reaccionar ante idénticos estímulos… no son sólo el resultado de unos roles atribuidos socialmente, o de condicionamientos histórico-culturales, sino que, en gran medida, vienen dadas por su naturaleza. La persona humana, es hombre o mujer, lleva inscrita esa condición en su ser y esto afecta a su comportamiento. Y se debe dar cauce a las diferencias para lograr una auténtica igualdad de oportunidades.

Frente a la marxista «ideología de género», la realidad muestra que la naturaleza humana y la dimensión cultural se unen en un proceso amplio y complejo que constituye la formación de la propia identidad, femenina y la masculina. Una formación que dura toda la vida, que es moldeada por la vida hasta el final, pero que descansa en presupuestos objetivos insuperables.

Ante la falsedad de las ideologías del marxismo y su imposición totalitaria, cabe recordar la lección de Solzhenitsyn: no dejar pasar la mentira: "No tengo la fuerza, pequeño individuo soy, para oponerme a la enorme máquina totalitaria de mentiras, pero al menos puedo asegurarme de que no soy un punto de paso para las mentiras", y recordar también su fuerte llamada a ser una minoría intransigente, ocupando todos los resquicios que nos deja el régimen.

Este es el reto, oponerse a las mentiras de las ideologías marxistas siendo la ideología de género la revolución más íntima, profunda y devastadora de la historia. La batalla es por la verdad, por la autenticidad del ser humano y por la libertad.