Publicamos una síntesis de la reseña de un reciente libro de la asociación francesa Avenir de la Culture, La revolución Woke llega a Francia, sobre el avance de las ideologías « woke » y de la « cancelación » en este país, que suponen una auténtica revolución cultural, y denuncian sus consecuencias concretas para la sociedad y la libertad.
Guillaume Thibaud
La asociación francesa Avenir de la Culture ha publicado recientemente el libro La Révolution Woke débarque en France. Editado por Atilio Faoro, el libro relata, con datos en la mano, el avance de la revolución cultural en marcha en Francia. Nacida en los campus universitarios norteamericanos, la ideología Woke utiliza las injusticias sufridas por las minorías sexuales o raciales como pretexto para deconstruir metódicamente la civilización occidental. ¡Sus activistas sostienen que los blancos oprimen a los negros, los hombres oprimen a las mujeres, los heterosexuales oprimen a los homosexuales, los cristianos oprimen a los musulmanes y también, que los humanos oprimen a los animales! Y todo lo que alguna vez se consideró digno de admiración – la virilidad, el matrimonio, nuestra literatura y los grandes hombres, nuestra civilización y, naturalmente, nuestra religión –, ahora se considera “tóxico” y opresivo.
En esencia, como demuestra el libro, el wokismo no es más que la aplicación de la lucha de clases marxista a todas las relaciones humanas, y el objetivo es el mismo que el del comunismo: subvertir el orden social y destruir los restos de la civilización cristiana.
Un veneno lento
A pesar de la amenaza para el futuro de su país y de sus hijos, muchos franceses no son conscientes de esta insidiosa revolución. El libro publicado por Avenir de la Culture ha optado por advertirles, confrontándoles directamente con los hechos. Se han publicado numerosos estudios científicos sobre la naturaleza y los orígenes de esta revolución. En el libro citado, la asociación francesa denuncia sus consecuencias concretas. Se invita así al lector a comprender que el wokismo no es una ideología abstracta que concierne exclusivamente o principalmente a los círculos académicos en los que nació. De hecho, es un veneno lento que se propaga por todas partes y no perdona a nadie. En nombre de la lucha contra el racismo, el calentamiento global, la homofobia o la desigualdad de género, se lava el cerebro a los niños franceses y esto no perdona ni siquiera al mundo católico.
Los jóvenes en grave peligro
Según una encuesta de IFOP de noviembre de 2020, ¡casi una cuarta parte de los jóvenes franceses de entre 18 y 30 años no se sienten ni hombre ni mujer! Una encuesta de Ipsos de junio de 2023 confirma esta tendencia: el 22% de los franceses nacidos después de 1997 se declaran LGBT. En TikTok, la red favorita de los adolescentes, los vídeos sobre estilos de ropa «no binarios» o andróginos reciben millones de visitas en Francia. Y la red social Yubo, que se presenta como un sitio de amistad para jóvenes de entre 13 y 19 años, ha decidido incorporar treinta y cinco matices de género a su aplicación. Sus miembros pueden definirse como «agénero», «poligénero» o simplemente «cuestionador de género» para los más indecisos… Los organizadores del ‘Orgullo Gay’ de París, el desfile homosexual en el que el libertinaje es buena muestra, declararon a Le Figaro que se vieron abrumados por «un océano de adolescentes». El famoso periódico parisino dio la oportunidad a algunos adolescentes de expresar su opinión y lo menos que se puede decir es que lo que declararon fue alarmante. Juliette, de 17 años, dijo que no se identifica como «heterosexual» sino como «pansexual». “Hombre-mujer, masculino, femenino… Hoy nos damos cuenta de que las cosas son mucho menos binarias. Uno no se puede sentir ni hombre ni mujer, o eso cambia según la época”, añade. Cuando su padre le preguntó a Anaïs, de 13 años, si era gay, esta respondió: “¡Eres tan mayor! ¿Cómo puedes hacer una pregunta cómo esa en 2021? No importa. Soy de género fluido».
Marchas por el clima
Lamentablemente, el mismo delirio ideológico se observa en otros ámbitos. Las famosas «marchas por el clima» han sacado a las calles a miles de estudiantes de secundaria franceses, galvanizados por las «profecías» apocalípticas de Greta Thunberg. Estos jóvenes ya no se atreven a volar o a comer carne, convencidos de que al hacerlo estarán cometiendo un crimen contra el medio ambiente. El feminismo exacerbado del movimiento Me Too, también nacido en Estados Unidos, está provocando un profundo malestar en muchos jóvenes, sospechosos de ser violadores o abusadores sólo por haber nacido hombres. Movimientos como Black Lives Matter llaman a todos nuestros jóvenes a pedir disculpas por sus antepasados, bajo el falso pretexto de que fueron racistas y opresivos en todos los sentidos.
“Hagamos tabla rasa”
Los jóvenes pueden ser el principal objetivo del wokismo, pero no son los únicos… De hecho, nada escapa a los militantes que quieren deconstruirlo todo. Al igual que los revolucionarios de 1789 y 1917, los seguidores del wokismo afirman querer construir una nueva humanidad. Para conseguirlo, buscan hacer tabla rasa con lo anterior. Antes, del aristócrata, después del burgués: hoy, el hombre blanco, heterosexual, ‘cisgénero’, cristiano y carnívoro es el que debe ser erradicado de la faz de la tierra. Piden su cabeza, activistas antirracistas, homosexualistas y transgénero, feministas y anti especistas. Por supuesto, la probabilidad de que esa cabeza acabe en la punta de una pica es remota. Tampoco podemos imaginar que la mitad del mundo occidental sea enviado a los Gulags.
Sin embargo, en nombre de la benevolencia y la justicia, un nuevo totalitarismo amenaza al otrora mundo cristiano.
“El sector privado es político”
Como el marxismo de antaño, el wokismo es una ideología global. Pretende gobernar todas las interacciones sociales, tanto públicas como privadas. La agenda de los Verdes en Francia es un excelente ejemplo de este plan de reeducación, como muestra el citado libro, La Révolution Woke débarque en France. En los últimos años, los ecologistas han pedido a su vez prohibir los árboles de Navidad en nombre de los derechos de las plantas, prohibir el Tour de Francia por la contaminación que generaría, prohibir las piscinas privadas para combatir el desperdicio de agua, prohibir las barbacoas por promover el machismo, prohibir los aviones privados acusados de calentar el planeta y, por supuesto, prohibir las corridas de toros en nombre de la lucha contra el abuso animal. La ecologista Sandrine Rousseau ha sugerido incluso tipificar como delito el no compartir las tareas del hogar. “La vida privada es política”, ha explicado. Una declaración que los Comisarios del Pueblo de la Unión Soviética sin duda habrían aplaudido con ambas manos…
Otra idea comunista defendida por los Verdes, esta vez importada de China, es la de limitar los nacimientos. Para proteger el planeta y «acoger mejor a los inmigrantes», el ex ministro de Medio Ambiente y miembro histórico del partido, Yves Cochet, ha propuesto «invertir la lógica de los subsidios familiares». “Cuantos más hijos se tengan, más disminuirán los beneficios, hasta que desaparezcan después del tercer nacimiento”.
Aplastar a los oponentes
Cualquiera que se niegue a participar en estas mentiras está “cancelado”, por usar un neologismo nacido de la matriz Woke. En nombre de la inclusión, todos los disidentes son despiadadamente excluidos. No se les condena a muerte. Rara vez se les encarcela. Sin embargo, se les «borra» de la vida pública, igual que en la Unión Soviética se les borraba de las fotografías oficiales. Escritores, actores, profesores, representantes electos y autoridades son arrojados al oprobio y luego al limbo del anonimato. En los estudios de producción y las editoriales sólo se tolera un pensamiento. «Amazon, que controla la mayor parte del mercado del libro estadounidense, decidió recientemente no vender libros que critiquen el transgenerismo (pero se puede seguir comprando Mein Kampf)», se lamenta el filósofo norteamericano Rod Dreher. Una policía del pensamiento, no menos celosa y eficaz que la GPU soviética, campa a sus anchas por las redes sociales. Eslóganes insidiosos como «libertad de expresión no equivale a libertad de ofender» hacen imposible el debate público. Así triunfa la revolución Woke, sin que se derrame una sola gota de sangre.
Fuente: atfp.it