La prestigiosa revista científica Science, galardonada con el premio español Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades – considerada junto con Nature el canal informativo más solvente de la comunidad científica internacional –, publicó el 12 de junio de 2020 en plena primera ola de la pandemia de la COVID-19, un artículo sobre las vacunas que en ese momento se estaban elaborando contra el coronavirus SARS-CoV-2, Vaccines that use human fetal cells draw fire, en el que informaba sobre las vacunas producidas con células fetales procedentes de abortos provocados, y de las objeciones éticas a estas vacunas en Estados Unidos y Canadá por quienes combaten el aborto, que han señalado que “la elaboración de vacunas utilizando tales líneas celulares humanas éticamente contaminadas demuestra una profunda falta de respeto por la dignidad humana”.
Los datos publicados por Science procedían de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y según se indicaba existían 130 vacunas candidatas contra la COVID-19; de ellas al menos seis utilizando células fetales humanas.
EL VÍNCULO CIENTÍFICO ENTRE LAS VACUNAS ANTI COVID-19 Y EL ABORTO. LAS LÍNEAS CELULARES FETALES EMPLEADAS EN SU ELABORACIÓN
La realidad científica
La historia del vínculo de las vacunas y el aborto es una larga historia que se remonta a mucho tiempo atrás, según ha documentado la bióloga investigadora de vacunas Pamela Acker, que ha analizado los aspectos científicos y éticos relativos a las vacunas anti COVID-19, que incluimos. Históricamente, el desarrollo de la vacuna contra la poliomielitis impulsó la investigación en líneas celulares de fetos abortados y la de la rubeola se produjo utilizando virus obtenidos de fetos abortados, aunque como se hizo en Japón era suficiente realizar un simple frotis nasal de un niño infectado.
Como explica la revista Science, las células empleadas en las vacuna anti COVID-19 han sido producidas a partir de dos líneas celulares fetales generadas hace décadas de abortos provocados, son dos líneas celulares que se reproducen indefinidamente.
La primera de dichas líneas celulares, la HEK-293, es una línea de células humanas ampliamente utilizada en la investigación científica y en la industria, que provienen del riñón de un feto abortado alrededor de 1972; la segunda, la PER.C6, es propiedad de la firma farmacéutica Janssen, filial de Johnson & Johnson, desarrollada a partir de células retinianas de un feto de 18 semanas abortado en 1985. Ambas líneas celulares fueron desarrolladas en el laboratorio del biólogo molecular Alex van der Eb, en la Universidad de Leiden en Holanda.
De las seis vacunas citadas que utilizan dichas células fetales humanas, cinco de ellas las usan como “fábricas” de adenovirus que trasportan genes del SARS-COV-2 y que se administran como vacuna. La sexta, la de la Universidad de Pittsburg (USA), es una vacuna proteica de subunidad. Las células fetales humanas son clave según señala Science para producir ambos tipos de vacunas.
Otras vacunas emplean también dichas líneas celulares humanas, las basadas en el ARN- mensajero, una nueva técnica en la que se induce a las células a producir una proteína que desencadena una respuesta inmunitaria dentro del organismo; es una vacuna génica con efectos futuros desconocidos. En las vacunas ARNm las líneas celulares HEK-293 y PER.C6, son parte integral de su desarrollo y se utilizan también para confirmar su eficacia de acuerdo con la literatura científica, según indica la doctora Acker antes citada.
Todas ellas están en fase experimental y con efectos en el futuro impredecibles. En este sentido, un centenar de médicos y científicos han dirigido una Carta abierta urgente a la Agencia Europea del Medicamento respecto a la seguridad de las vacunas anti COVID-19. La naturaleza experimental de las mismas hace que instar, coaccionar u obligar a las personas a aceptarlas sea una violación de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos.
Las vacunas que se administran en España
El 27 de diciembre de 2020 se inició el proceso de vacunación anti COVID-19 en España con la vacuna de Pfizer/BionTEch, y posteriormente llegaron las dosis de AstraZeneca/Universidad de Oxford, la de Moderna y finalmente en abril de 2021 la vacuna Janssen de Johnson y Johnson.
Las vacunas AstraZeneca y Janssen son las que utilizan en su producción las dos líneas celulares humanas, HEK-293 y PER.C6, de abortos provocados. Ambas han resultado controvertidas por sus efectos secundarios que llegan a producir la muerte, aunque en bajo porcentaje, y algunos países, como Dinamarca, las han retirado de su plan de vacunación.
Las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna, basadas en la nueva técnica del ARNm, emplean las dos líneas celulares, HEK-293 y PER.C6, en su desarrollo y en el proceso de “validación”.
Esto demuestra el papel que juegan estas líneas celulares en el desarrollo de las vacunas que se administran en España y Europa, mucho mayor de lo que sugieren algunas afirmaciones sobre su moralidad, por lo que deben ser reconsideradas al partir de una base de conocimientos científicos inadecuada. Todas se han producido o validado con células fetales de abortos provocados.
¿La ciencia médica no es capaz de producir vacunas o medicamentos sin recurrir a fetos humanos abortados? Instrumentos jurídicos en defensa de la vida y la dignidad humana antes del nacimiento
Una primera cuestión hace referencia desde el punto de vista científico al principio de la vacuna, sobre el que se plantea si la estimulación de una respuesta inmunitaria mediante la vacunación, un acto artificial y con un efecto temporal, es la única vía ante ciertas infecciones. Al respecto, algunos científicos, con relación a la pandemia actual, han puesto de manifiesto que la inmunidad artificial resulta de menos eficacia que la inmunidad adquirida de forma natural, además de ser de alto riesgo para un número creciente de individuos. Se hace referencia al mayor conocimiento del sistema inmunológico de hoy en día, inmensamente más complejo de lo que se pensaba en el siglo XIX, y que se basa en moléculas y procesos que los primeros inventores de vacunas no podían ni remotamente imaginar que existieran. Por ello, plantean como una falta de horizonte el continuar utilizando indiscriminadamente un dispositivo médico desarrollado en un momento en el que esta gran complejidad era totalmente ignorada. Por otra parte, cabe señalar lo dicho más arriba sobre la vacuna de la rubeola en Japón, elaborada a partir de un frotis nasal de un niño infectado.
Con respecto a la utilización de partes del cuerpo humano obtenidas del aborto, la respuesta debe remitirse al ámbito de la ética y de respeto de los derechos humanos. Es inaceptable la violación que se hace de la vida y la dignidad humana, protegidas por diversos instrumentos internacionales y europeos, que exigen el respeto del ser humano antes del nacimiento, entre otros: Convención sobre los Derechos del Niño (ONU), afirma la necesidad de una protección jurídica y no jurídica del niño antes y después del nacimiento; Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos (ONU); Convención para la Protección de los Derechos Humanos y la Dignidad del Ser Humano con respecto a las aplicaciones de la Medicina y la Biología o Convenio sobre los Derechos Humanos y la Biomedicina (CDHB) del Consejo de Europa.
Como se ha dicho más arriba la cuestión moral en las vacunas COVID-19 contaminadas por el aborto no forma parte del debate sobre las vacunas en España. El movimiento Pro-Vida aún no se ha pronunciado y sí algunas voces en la Iglesia Católica lo han hecho, mientras se realiza una justificación al más alto nivel.
La amplitud y gravedad del mal: aborto, métodos, comercialización, aquiescencia, expansión
Los argumentos que justifican como moralmente lícito beneficiarse de vacunas contaminadas por el aborto, porque “la cooperación con el mal es remota”, o porque existe “independencia” entre quienes lo realizaron (los que congelan y matan los embriones o el feto), los investigadores (que desarrollan la experimentación científica) y los consumidores (los usuarios de las vacunas), no contemplan toda la amplitud y gravedad del mal.
El mal de usar líneas celulares fetales de abortos provocados (los espontáneos no sirven pues el feto debe estar sano), involucra además del homicidio original, los métodos bárbaros y crueles que se utilizan en el aborto, la comercialización del cuerpo del niño, así como la negativa a enterrar sus restos profanados. Estos males se perpetúan por la aceptación de unas vacunas contaminadas moralmente, la aquiescencia general a estas vacunas está alimentando también el uso de embriones y contribuye a la cultura de la muerte. Aceptar un bien derivado de un mal no constituye una aprobación del delito, pero aceptar su utilidad estimula a que esa vía continúe, es un poderoso respaldo a mantenerla, impulsa el uso de los cuerpos de bebés abortados y su comercialización, y en el caso de los fármacos no se buscan alternativas, y puede y debe haberlas, como hemos visto con la elaboración de la vacuna de la rubeola en Japón.
Los criterios de “independencia” y de “hecho remoto”, no evitan la contradicción de quienes aseguran no aprobar la injusticia cometida por otros, el aborto, pero al mismo tiempo aceptan para su trabajo o en su beneficio tal injusticia. Cuando la acción ilícita está amparada por las leyes que regulan el sistema sanitario y científico, es necesario distanciarse de los aspectos injustos de este sistema, y dar siempre testimonio del valor de la vida y de la dignidad humana.
En EEUU y Canadá, el episcopado católico ha planteado objeciones morales a las vacunas que utilizan las células fetales de abortos en su producción y han aconsejado a los fieles no aceptarlas. Aunque quedan fuera de la recomendación las que emplean dichas células en las pruebas, quizá por falta de información científica, estos pronunciamientos además de orientar a los fieles, tienen la virtud de plantear para toda la sociedad el problema ético de las mismas.
La aceptación general del uso y comercialización de las víctimas del aborto ahonda en la violación de los derechos humanos e incrementa el debilitamiento moral de la sociedad
Efectivamente, la cuestión excede del ámbito religioso, se trata de un problema que involucra a los derechos humanos y a la moral social. Precisamente, la pandemia ha revelado la crisis actual de Occidente y la necesidad de reconstruirlo recuperando los grandes principios y criterios de la moral social. Y el aborto es la máxima expresión de la pérdida de los principios sobre los que Occidente ha construido su historia, está en el origen de la decadencia moral y cultural que amenaza su supervivencia como civilización, y constituye de forma legalizada la mayor violación de los derechos humanos.
El aborto no es una cuestión exclusivamente privada, tiene una indudable dimensión social, en la medida en que está en juego la protección que la comunidad política brinda a la vida humana, también en la fase prenatal, y la dignidad humana constituye siempre un valor ético y jurídico irrenunciable que debe ser protegida. La amplia aceptación del aborto y de su uso expresan el debilitamiento moral de la sociedad.
El empleo habitual por la industria farmacéutica y otras de células humanas obtenidas de embriones y fetos de abortos provocados reduce a las víctimas a meros objetos.
Es preciso reaccionar ante la utilización y comercialización del aborto, y exigir a la industria farmacéutica remedios éticamente aceptables. Nuevo frente del movimiento Pro-Vida
Este es un aspecto del aborto muy subestimado en la batalla por el derecho a la vida, que debe incluir con fuerza también este frente contra el uso de las víctimas, oponiéndose a criterios que se inscriben en la ideología de la «corrección política». Se trata de combatir la cultura de la muerte y restaurar la dignidad del ser humano antes del nacimiento, vulnerada con la experimentación y su uso industrial. Nuestra cultura se ha hecho tan insensible a la realidad del aborto que es un deber moral y una exigencia de los derechos humanos, además de defender la vida, incidir en la dimensión humana de sus víctimas.
No es posible la pasividad mientras la utilización de fetos humanos abortados se va normalizando gradualmente en la experimentación médica y en la industria, incluida la industria alimentaria. En Estados Unidos, el grupo Pro-Vida Children of God for Life rastrea el uso de partes fetales abortadas y publica actualizada una lista descargable de productos que los emplean en su elaboración.
El rechazo de todos estos productos, fármacos y otros, obligará a buscar alternativas, por el contrario la aquiescencia es un estímulo para su expansión. En particular, sobre las vacunas, debe manifestarse la oposición a que estos dispositivos terapéuticos estén contaminados con la práctica del aborto y exigir a la industria farmacéutica la investigación sobre alternativas éticamente aceptables.
Los derechos fundamentales a la vida y de respeto de la dignidad humana son inherentes al ser humano desde la concepción
En la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, la dignidad humana es en sí misma derecho fundamental y, a la vez, constituye la base misma de los derechos fundamentales. Se formula como un principio absoluto e inderogable o permanente (art. 1) que implica que no se puede instrumentalizar jamás a un ser humano, esto es, tratarlo como mero objeto.
Aunque desde una perspectiva jurídica al ser humano no se le otorga en general la personalidad hasta que nace (no es así en el Derecho iberoamericano, que defiende el carácter personal del embrión y por tanto lo considera sujeto de derechos), sí se reconoce que la dignidad humana es inherente a la naturaleza humana, que donde hay vida humana hay dignidad humana y unos derechos a ella vinculados que deben ser protegidos. En los instrumentos más arriba citados, con la expresión «ser humano» se afirma la necesidad de proteger la dignidad de todos los seres humanos, y se reconoce el principio universalmente aceptado, según el cual la dignidad del ser humano y sus derechos deben respetarse desde que la vida comienza (Informe explicativo del CDHB, § 19).
La jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que ejerce como tribunal de derechos humanos, en su histórica Sentencia de 18-11-2011 (O. Brüstle vs. Greenpeace eV, C-34/10), extiende la garantía del art. 1 de la Carta al embrión humano desde la fecundación a los efectos del Derecho europeo de patentes de invenciones biomédicas. Ha dado fundamentación jurídica a la realidad biológica, sustentando que el embrión temprano es digno de respeto y protección por tratarse de un ser humano, y consecuentemente digno del mismo respeto que merecen los nacidos.
La vida humana en gestación goza ya de esta dignidad y por ello deben respetarse los derechos legítimos del nasciturus a su dignidad, a la vida y a la integridad corporal. Todos los seres humanos, sin distinción y en todas las etapas de su vida, deben disfrutar de las mismas normas éticas y de protección jurídica ante la medicina y las ciencias de la vida. Los problemas éticos que se susciten deben resolverse desde el respeto debido a la dignidad y la vida del ser humano, y la observancia de los derechos fundamentales.
Los instrumentos legales dirigidos a la protección también deben contribuir a fortalecer y fomentar en la población unos valores y una visión de lo justo e injusto, y configurar una conciencia jurídica en las personas de modo que no se contemple ni de entrada la posibilidad de una lesión del niño por nacer.
Doctoras y activistas de todo el mundo llaman a resistir a las vacunas contaminadas por el aborto
En el Día Internacional de la Mujer 2021, un grupo de casi 100 mujeres, médicos, religiosas, políticas y activistas Pro-Vida de todo el mundo, han publicado un documento en defensa de los niños no nacidos y en oposición a las vacunas contaminadas por el aborto, The Voice of Women in Defense of Unborn Babies and in Opposition to Abortion-tainted Vaccines, en el que llaman a todas las personas de buena voluntad para que dejen de justificar moralmente el uso de vacunas COVID-19 contaminadas por el aborto.
Afirman las signatarias que no rebelarse y no resistirlas alimentan una cultura de la muerte en expansión que implica la experimentación y el uso de partes del cuerpo del niño por nacer.
En las palabras de apertura de la Declaración, señalan que, «el aborto es la masacre de los inocentes de hoy en día», y agregan que, como mujeres, deseaban que su «grito femenino se escuchara en todo el mundo»; surgió, dicen, de «lo más profundo de nuestro corazón materno, que se dedica a defender la causa de la vida y combatir la cultura de la muerte». Manifiestan su deseo de “no ser cómplices de la Masacre de los Santos Inocentes» y, por ello, «se niegan a aceptar todas y cada una de las vacunas elaboradas con células derivadas de fetos humanos abortados».
La Declaración la encabeza la doctora polaca Wanda Półtawska, de 100 años de edad, que fue víctima de experimentos nazis en la clínica del campo de concentración de Ravensbrück, e incluye las firmas de Abby Johnson, activista estadounidense, de la religiosa Deirdre Byrne, ex cirujana general militar, de veteranas líderes Pro-Vida iberoamericanas y de ex miembros de la Academia Pontificia por la Vida.
La doctora Półtawska ha manifestado en una reciente entrevista: “Durante mi prisión en el campo de Ravensbrück veía a los nazis arrojar a recién nacidos en los hornos crematorios, y para toda la vida han quedado vivas en mis ojos estas imágenes desgarradoras. Por este motivo, me prometí a mí misma que, si sobrevivía a todo aquello, estudiaría y defendería la vida humana”.
Las firmantes señalan que “la aquiescencia general a las vacunas contaminadas por el aborto, particularmente por parte de los cristianos, sólo han contribuido a la cultura de la muerte”, y la justificación moral de tales vacunas, se basa en «una evaluación incompleta de la ciencia de la vacunación y la inmunología». Destacan especialmente que pese a que estas vacunas emplean líneas celulares fetales de abortos de hace décadas, su utilización hoy implica la «comercialización en curso del cuerpo del niño» y la promoción de una mayor experimentación y empleo de «nuevo tejido fetal abortado» en el futuro.
La pandemia de la COVID-19 ha puesto el foco a partir de las vacunas en un aspecto de la práctica del aborto muy subestimado en el combate por la vida, la utilización del cuerpo de las víctimas en la experimentación y en la industria, y llama a abrir un nuevo frente en el ámbito Pro-Vida.
Al mismo tiempo, la pandemia ha revelado la crisis de Occidente – en la que el aborto constituye la mayor violación actual de los derechos humanos y está en el origen de la decadencia moral y cultural que amenaza su propia civilización –, y plantea la necesidad de su reconstrucción. Cabe recuperar los grandes principios y criterios de la moral social, situando en primer lugar el respeto de la vida y la dignidad humana desde su inicio, y proteger estos derechos fundamentales.