Progresar en la civilización humana: superar el aborto

La historia íntegra del progreso humano ha sido una serie de transiciones a través de las cuales una costumbre o una institución han pasado, una tras otra, de ser supuestamente necesarias para la existencia social al rango de ser injusticias universalmente condenadas (John Stuart Mill).

La historia íntegra del progreso humano ha sido una serie de transiciones a través de las cuales una costumbre o una institución han pasado, una tras otra, de ser supuestamente necesarias para la existencia social al rango de ser injusticias universalmente condenadas (John Stuart Mill). La liberalización del aborto ha significado la deshumanización de la sociedad. Abolirlo va en la dirección del progreso humano. Es un gran reto progresista en este inicio del siglo XXI.

La legalización del aborto en Europa y en una gran mayoría de países del mundo se llevó a cabo en el siglo XX impulsada por el feminismo marxista y la izquierda política como un derecho de la mujer, iniciándose en la ex Unión Soviética el año 1920. Hoy, está asumida por la casi totalidad de los partidos y aceptada socialmente como paradigma de la emancipación femenina. Los argumentos con los que se promueve lo presentan como ejercicio de autodeterminación personal y como derecho reproductivo, que se pretende sea incorporado como doctrina oficial de la ONU en el concepto de salud sexual y reproductiva. Sin embargo, el Consejo de Derechos Humanos del organismo resolvió en 2009 que este concepto se refiere al “derecho a gozar del nivel más alto de salud física y mental que se pueda lograr”, y no incluye el aborto. Tampoco invocar el ejercicio de autodeterminación es aceptable porque afecta a los derechos de otro ser humano que tiene una vida propia distinta a la de la madre.

¿Cómo superar el aborto? Las reflexiones de destacados intelectuales del siglo XX, como A. Camus, sobre la pena de muerte, son aplicables al aborto. Es evidente que el aborto juega hoy un papel, y esto requiere definirse frente a esta realidad. ¿Qué significa el aborto en el siglo XXI? ¿Es un signo de progreso de las mujeres? ¿Es compatible con nuestra civilización, con la ética de los derechos humanos y su plasmación en nuestras leyes y en el Derecho Internacional? La abolición del aborto como un derecho se justifica por razones de lógica (aplicación de los derechos humanos) y de justicia. La ley encuentra su última justificación en el bien que hace o no hace a la sociedad. La justicia exige que la ley proteja al individuo de un Estado (también en la etapa prenatal) por encima de las ideologías. Son perfectamente válidas para el aborto estas opiniones sobre la pena de muerte: “mancha a nuestra sociedad europea y sus partidarios no pueden justificarla racionalmente (..). Prohibir la muerte del ser humano sería proclamar que la sociedad y el Estado no son valores absolutos, decretar que nada les autoriza a legislar de forma definitiva ni a producir lo irreparable (..). La sabiduría y la verdadera civilización han de imponerse a los responsables de nuestro futuro, no habrá paz duradera ni en el corazón de los individuos ni en las costumbres de las sociedades hasta que la muerte no quede fuera de la ley” (A. Camus).

En lugar de decir que el aborto es necesario para la emancipación de la mujer y evitar ver lo que sucede realmente, hay que ver, por el contrario, lo que verdaderamente es y luego decir si, tal como es, debe considerarse necesario. El aborto no ha liberado a la mujer y es una solución bárbara ante situaciones problemáticas que el Estado pone a disposición de las mujeres, mientras que una sociedad civilizada puede y debe afrontarlas de otra manera. La realidad del aborto debe ser reconocida socialmente. Los avances científicos del siglo XXI, con el conocimiento del genoma humano, demuestran que es en el momento de la concepción cuando el ser humano adquiere la estructura biológica que así lo constituye. El genoma contiene la identidad genética (base de la identidad individual) que lo identificará a lo largo de toda su vida. Es hora de afrontar la verdad y poner fin al engaño sistemático que sostiene el aborto, que niega y rechaza la humanidad del feto.

El aborto no puede ser considerado una conquista de la libertad personal o un progreso social: aceptar moral y jurídicamente acabar con la vida del ser humano en el seno materno, totalmente inerme, supone un retroceso en la condición humana. Urge hacer efectivo en Europa y en el mundo el derecho a la vida de todo ser humano desde la concepción, reconociéndolo como titular de este derecho que debe protegerse de forma efectiva. Una nueva legislación del aborto guiada por criterios éticos y respetuosa de los derechos humanos ha de contemplar básicamente situaciones de grave conflicto entre los derechos de la madre a su vida y su salud, y los derechos del nasciturus.

La emancipación de la mujer debe edificarse desde el respeto a la condición femenina. Unir aborto y emancipación ha sido uno de los grandes errores del siglo XX, que ha causado y causa un daño irreparable a las mujeres que abortan. La emancipación femenina debe lograrse con su propia condición que incluye la posibilidad de la maternidad.

Afrontar la realidad europea del aborto requiere un cambio legislativo, cultural y educativo, pero también situar en el centro de la política la cuestión de la maternidad, a fin de superar las trabas para compaginarla con la vida profesional, una de las causas que más incide en la dramática natalidad europea y en el aborto. Es hora de afrontar esta realidad para lograr la igualdad efectiva de la mujer, apoyar en toda circunstancia a la mujer embarazada y consolidar la cultura de la conciliación para los dos sexos.

Un debate democrático sobre la verdad del aborto y un consenso sobre la necesidad de defender al débil (en este caso al nasciturus) para progresar éticamente y para avanzar en la calidad humana de nuestras sociedades, contribuirá a la superación de la realidad actual y a hacer efectivos los derechos humanos universales basados en la dignidad intrínseca de todo ser humano (también el no nacido), que son fundamento para la justicia y la paz.